La Casa de Azuola es una institución privada, independiente y sin ánimo de lucro, dedicada a conservar, estudiar y difundir el legado histórico, cultural y espiritual de la familia Azuola, cuyo linaje se remonta a los antiguos solares de Egurbide en el País Vasco y ha desempeñado un papel determinante en la historia de España, América y el pensamiento ilustrado.
Fundada formalmente en 1980 por descendientes directos del Vicepresidente Luis Eduardo Azuola y Rocha (1764–1821), esta plataforma digital actúa como archivo general, biblioteca genealógica y espacio de reflexión histórica. Reúne manuscritos, objetos, imágenes, correspondencias y vínculos vivos con las órdenes nobiliarias de Santiago y Carlos III, así como con fundaciones e instituciones académicas de Europa y América.
Desde 2023, bajo el liderazgo de Gabriel Hidalgo Azuola, jurista, consultor internacional y descendiente directo del Vicepresidente Azuola, la Casa ha experimentado una etapa de reactivación pública. Su trabajo ha permitido reordenar el archivo histórico, establecer alianzas culturales, producir contenido educativo, impulsar eventos de conmemoración republicana, y proyectar la memoria del linaje hacia nuevas generaciones.
En 2024, su labor fue reconocida con la Orden al Mérito Cultural del Museo La Bagatela, en Villa del Rosario, por su contribución a la preservación de la memoria fundacional de Colombia.
La Casa de Azuola no es un museo cerrado al pasado, sino una comunidad enraizada en la memoria, proyectada hacia el futuro. A través de sus publicaciones, su labor educativa y su compromiso con la verdad histórica, busca inspirar una visión moderna de la nobleza: no como privilegio hereditario, sino como herencia de servicio.
“No heredaban solo títulos, sino un modo de servir.”
La Casa Azuola hunde sus raíces en Elgueta, País Vasco, donde se fusionan los linajes Egurbide y Azula. El caserío solariego de Egurbide, documentado desde el siglo XIV, fue cuna de síndicos, recaudadores reales y caballeros de la Orden de Santiago. La unión matrimonial entre Hernando Egurbide y Catalina Azula en 1592 sella la alianza de dos casas nobles y da inicio al linaje que más tarde se proyectará hacia América.
Los descendientes consolidan su influencia en Bergara y Vergara, destacando Luis Egurbide Azula Lamarrain, Caballero de Santiago y Tesorero de la Santa Cruzada. Su vida marca el inicio de un linaje vinculado a la Corona, a la fe católica y al ejercicio civil de la hidalguía.
“En cada piedra de Egurbide vibra una historia de servicio, fe y pertenencia.”
Luis de Egurbide Azula y Lamarrain, nacido hacia 1670, representa el paso heroico del linaje vasco a América. Sobreviviente del asalto francés a Cartagena de Indias en 1697 —donde pierde un brazo y un ojo— es luego ascendido a Sargento Mayor del Virreinato del Perú, patrullando costas, combatiendo corsarios y fundando una reputación marcial.
En 1709 es nombrado Tesorero General de las Bulas de la Santa Cruzada por real cédula de Felipe V, cargo vitalicio que debía desempeñar con limpieza de sangre, legitimidad de linaje y fe probada. En 1711 es admitido en la Orden de Santiago, tras demostrar dos siglos de nobleza pura en sus abuelos.
Muere en 1716, dejando a sus hijos Miguel y José Luis de Azula la responsabilidad de continuar el cargo, fundando así la dinastía criolla Azuola.
“Herido por la guerra, consagrado por la fe, fundó con sangre la rama americana.”
Durante el siglo XVIII, el apellido Azula evoluciona a Azuola, en un proceso de castellanización fonética. Esta transición lingüística refleja una adaptación cultural, pero no una pérdida de identidad.
Destaca Luis Claudio de Azuola y Egurbide, quien consolida la dignidad familiar como Tesorero General de Cruzada y Contador de la Real Hacienda en Santafé. Su vida mezcla administración imperial, erudición y servicio público. Con él, la Casa Azuola pasa de ser nobleza provincial a convertirse en aristocracia criolla republicana, con herencia espiritual, civil y militar.
“No heredaban solo títulos, sino un modo de servir.”
Luis Eduardo Azuola y Rocha, nieto del linaje fundacional, representa la culminación del deber ilustrado. Doctor en leyes, regente universitario y caballero de Santiago, renuncia a su carrera virreinal para unirse a la revolución de 1810. Firma el Acta de Independencia, dirige Hacienda, es capturado por Morillo y sobrevive al exilio.
En 1821, Bolívar lo nombra Vicepresidente de la Gran Colombia. Su muerte en Cúcuta, poco antes del Congreso Constituyente, sella su figura como prócer olvidado. Sus cartas con Bolívar, su participación en la masonería ilustrada y su doble linaje (vasco y muisca) lo convierten en símbolo de una América regeneradora.
“Azuola no pidió poder, pidió servir. Bolívar le confió la patria en tránsito.”
Tras la muerte de Luis Eduardo, la Casa Azuola continúa en silencio, pero no en olvido. Su esposa, Doña Dolores García Olano, gobierna la casa familiar como matriarca cultural. Sus descendientes preservan la memoria a través de la vida doméstica, el arte, la música y el deber cívico.
En el siglo XX, figuras como Roberto Azuola Aubert, empresario y promotor cultural, dan nueva vida al legado en Costa Rica, con proyectos como el Teatro Olimpia y la finca Bello Horizonte. La sangre noble se transforma en vocación educativa, jurídica, espiritual y filantrópica.
“Una casa sin palacio, pero con altar.”
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